Banco Popular cumplió ayer un año desde su absorción por Banco Santander y en un plazo similar desaparecerá como entidad independiente junto a sus sucursales y su personal. En apenas 12 meses el grupo presidido por Ana Botín ha devuelto liquidez suficiente para volver a operar a la que fue la entidad más rentable del sector. Desde abril, y ante la supervisión diaria de los supervisores, la fuga de depósitos había dejado el banco seco. La entidad no podía cumplir con la obligación de atender la retirada de más de 2.000 millones de euros al día siguiente. El presidente Emilio Saracho declaró la inviabilidad y precipitó una intervención por parte de las autoridades, que no lo esperaban tan pronto.

Desde el primer día la prioridad fue restablecer la estabilidad financiera de Popular. Hoy, tras inyectar 13.000 millones por la vía urgente, lanzar una ampliación de capital por 7.000 millones de euros y deshacerse de la mayor parte de los costes de una cartera de morosos que ascendía a 37.000 millones de euros, Santander se centra en tres objetivos: concluir la digestión de la red de oficinas y personal de Popular; cubrirse de los riesgos de demandas presentadas contra la entidad comprada y rentabilizar con 1.500 millones de euros la operación financiada por el mercado.

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